martes, 6 de noviembre de 2007

Mirame, estoy acá.. te veo, me vuelo, seguime al olvido, aunque probablemente vos seas olvidado más fácil que yo





Durante mi estadía por el centro, mientras me tocó ser cadete en esas calles que no sufren remodelaciones desde que un grupo de tipos llamado la generación del 80 decidió ponerle diagonales, me fui empapando del pasado vivo que tenemos y que no miramos. Una obra de arte que pasa desapercibida.. como si fuera un trébol de cuatro hojas que pisás alegremente caminando por la plaza sin siquiera pensar que estás pisando la fortuna que una niña guardará en un libro para luego, muchos años después, mostrarlo de entre las páginas 50 y 51, casi al final del capítulo IV, casi olvidado.

Así es como caminando por algunas calles, si prestamos un poco, diminuto de atención, podemos llegar a ver cosas que , o por estar apurados, o por estar insultando entre dientes a algún taxista malhumorado que pasó mitad en rojo, mitad en amarillo y nos obligó a apurar nuestro paso a la angosta vereda de enfrente, generalmente no vemos, por más que estén allí, elevándose de manera imponente. Cosas como por ejemplo, esta casa que el único huesped que tiene es el olvido, adornado con una triste corona de yuyos, ubicada en la calle Alsina entre Bolivar y Balcarce. No lo sé con certeza, pero supongo que esta si no es la casa más vieja de todo Buenos Aires debe ser una de las más. He aquí una foto de lo que digo, y su casa vecina.





O sino ir caminando por la calle Florida, mirar un edificio y de repente sentirse como la foto que encabeza esta entrada.

La pregunta que surge entonces es ¿Cómo puede ser que ignorando a gigantes que emergieron desde sus cimientos hace alrededor de 200 años, acompañando históricamente a quienes hoy por hoy somos, podamos entonces percatar detalles ínfimos de nuestra vida? Por ejemplo, una simple baldosa sucia, pero cargada de historia. ¿Te has detenido a pensar que un simple pedazo de roca o un simple ladrillo tienen más fábulas para contarle a las palomas que tú mismo a tus hijos o amigos? Merecen el respeto que les admiramos, sino no te ofendas cuando se burlen de vos pegándote un cartel de una obra de radioteatro, que se emite los domingos a las cinco de la tarde.

No se ustedes, pero yo prefiero rendirles un pequeño homenaje fumandome un cigarro en la plaza de mayo, eso sí, en voz baja, no sea cosa que un fantasma del futuro pisotée mi presente con la peor de todas las maldades, el olvido.

Por eso el título, sigamos al olvido a estos centinelas que desde antes que nacieramos, o que nacieran nuestros padres o abuelos siguen de pie, soportando que los hostiguemos. Pero cuidado porque nos puede tragar la garganta de un lobo por las calles de san telmo antes de que desaparezcan.